Planeta telúrico

¿Cuántas partes eran por tantas de tierra que forman el planeta? – preguntó la uno.

Tres de agua por una de tierra… aunque suponemos una ínfima parte de su masa total ya que sólo cubrimos la superficie -contestó la dos.

¡Óyelos!, están hablando del tema…

Los dos amigos estaban dispuestos a empezar su tertulia filosófica de los martes en la que solía hablar solo uno.

– No digas que no. Yo, por lo menos, vivo en un planeta telúrico que se rige por unas leyes físicas que están por encima de los mortales y los elementos. Aunque quisiéramos, no tenemos la capacidad de controlar todo lo que nos sucede por más que así nos lo hayan hecho creer… y lo más sensato sería supeditarnos a ellas, aceptarlas e integrarlas en nuestra realidad haciendo lo que sí podemos hacer, tenerlas en cuenta y dejar de tomarnos la vida como una sucesión de acontecimientos que tomamos como algo personal. Dejemos de un lado “la importancia personal”, el creernos que toda gira a nuestro alrededor, para hacer lo justo y necesario que va a permitirnos ser resilientes y aceptar nuestras limitaciones.

Valga la ciencia de la astronomía para transpolar la complejidad e inmensidad del universo a la dimensión y estructura del microcosmos que somos cada persona. Las primeras civilizaciones se sirvieron de la astronomía para establecer con precisión las épocas adecuadas para sembrar y recoger las cosechas y para las celebraciones.

Kepler formuló las leyes del movimiento planetario, afirmando que los planetas giran alrededor del Sol y no en órbitas circulares con movimiento uniforme, sino en órbitas elípticas a diferentes velocidades y que sus distancias relativas con respecto al Sol están relacionadas con sus periodos de revolución. Newton adelantó un principio sencillo para explicar las leyes de Kepler sobre el movimiento planetario, concretamente que la fuerza de atracción entre el Sol y los planetas, la ley de la gravitación universal, depende de sus masas y de las distancias entre ellos.

Bueno, en realidad solo habla aquel, el otro parece que nos está mirando fijamente… -dijo la uno.

Tantas veces he sentido que somos una distracción, casi meditativa, cuando se nos quedan mirando cómo nos deslizamos- comentó la dos.

– Nuestra realidad se compone a la vez de aspectos que vamos creando en función de nuestras capacidades innatas, nuestras experiencias de vida y la gestión que hacemos de nuestras emociones y aspectos con la realidad que nos envuelve. Nuestro microcosmos funciona con las mismas bases que el gran cosmos: los planetas crean aspectos entre ellos en función de las energías que desprenden, su masa, temperatura, situación y movimiento. Así nosotros estamos aspectados por los elementos que nos rodean y conforman nuestra realidad. Estas influencias internas y externas configuran cada día nuestro presente, que es futuro y pasado. Algunas corrientes modernas que asolan nuestra cultura en los últimos tiempos no tienen en cuenta este factor externo. Siguen una línea muy prepotente en la que básicamente se propugna que cualquier cosa que pueda suceder en nuestras vidas depende exclusivamente de cada uno de nosotros, de la voluntad, el esfuerzo y la capacidad de abnegación, de creación y de superación del ridículo, llegar a ser quienes no somos; que cualquier meta que nos propongamos y no consigamos es porque no hacemos “lo que tenemos que hacer”. Esta cultura basada en el triunfo personal, social, relacional, económico, laboral, familiar… no tiene en cuenta que existen leyes que no controlamos y que nos están condicionando todos los días. No todo lo que nos ocurre lo provocamos, creer esto sólo nos aporta un gran sentimiento de culpabilidad que sigue impidiéndonos seguir adelante, mina nuestra autoestima y no nos deja ver la realidad tal y como es.

No había oído hablar de estas leyes, ¿tú sabes algo? – dijo la uno a la dos.

Pues no mucho, lo que sí sé es que cada una de nosotras albergamos más de tres trillones de átomos. Todo un universo repleto de vida. Seguro que alguna de estas leyes también nos está afectando y no lo sabemos. Espera que sigue hablando…

– También nos influye la evolución, el movimiento, el magnetismo, la posición, las fuerzas gravitatorias, atracciones, aspectos entre las masas celestes… todo lo que en el principio de los tiempos ya vislumbraron quienes observaban la naturaleza desde esta perspectiva de humildad respecto a la inmensidad. Y ahora nos vemos con el ánimo de echar por tierra toda esta sabiduría milenaria. Cargamos con dinamita estos cimientos en pro de la evolución del ser humano hacia un “el hombre y su pensamiento -mente- como causa última y explicación exclusiva de su universo». Y digo yo, ¿cuáles son las circunstancias en nuestro microcosmos que hacen que seamos únicos y que lo que aportamos al mundo nadie más lo pueda hacer?

Todo este tiempo, y ¿no me has escuchado? -comentó contrariado a su compañero.

– Me he quedado embobado viendo las gotas de lluvia deslizarse en el cristal de la ventana…

¡Te lo dije!… -espetó la dos.

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